jueves, 22 de octubre de 2015

Béquer Y El Amor 2.0

Salí de casa y me encaminé hacia la estación. Llegaba, como siempre, tarde a clase, y si no alcanzaba Caminaba sin rumbo fijo por el parque. Caballeros con sus damas salían a pasear, aprovechando el 
a coger el próximo tren, irremediablemente iba a ser castigado. Tropecé con la acera, y casi caigo al buen tiempo del que podrían disfrutar durante poco tiempo, pues el otoño se avecinaba cercano.
suelo pero evité toparme con el asfalto dando un traspiés torpe, sin parar de correr. No tenía tiempo. Me apoyaba sobre mi bastón de paseo, y gozaba de la soledad del momento, pues hoy ninguna
Aceleré el paso y entré por las puertas mecánicas, corriendo hacia el andén y pasando mi tarjeta pretendienta estaba colgada de mi brazo. Sonreí, sin motivo aparente, gozando de la calidez de los
torpemente por el lector. Entré a tiempo en el último tren que me llevaría a las horas finales de rayos solares sobre mi tez, pues la llovizna de días anteriores despertó la añoranza de esta calidez en mi.
sufrimiento semanales, pues, siendo al fin viernes, me esperaba un merecido descanso. Alcé la vista 
El día había sido bueno, había logrado cerrar el trato con aquel mercante inglés y esto reportaría
intentando recuperar el aliento, pero lo que ví me lo quitó aún más. Estaba sentada a mi derecha.
grandes beneficios- Me acerqué al estanque, decidido a ver a  alguna joven pareja en un bote de remos. 
enfrascada en su móvil y con los auriculares en los oídos, escuchando a mi grupo favorito. Sus ojos 
Y ahí estaba. Sola, sentada en el suelo sobre una manta, con sus cabellos claros al cielo, 
cristalinos se levantaron y se encontraron con los míos, durante un leve instante, volvió a 
leyendo bajo la sombra de un viejo roble una novela de fundas de cuero. Su hermosura fue lo que me 
bajarlos, pero como enmendando su error los alzó nuevamente, viendome con otros ojos. Ahí sentí 
atrajo hacia ella, y embobado la miré. Ella alzó la vista, penetrandome con la mirada y fundiendo mi 
como el cielo caía y el suelo volaba. Pero intenté controlarme. Me acerqué, sentadome a su lado, todo 
corazón, pero eso no me amilanó. Sonreí y dije, con voz queda a modo de saludo: 
esto manteniendo siempre el contacto visual, ella se quitó los cascos y de mi boca salió un simple:

- Buenos días.
- Buenos días. - Dijo ella. Y así comenzó todo.




 "Hoy la tierra y el cielo me sonríen;
hoy llega al fondo de mi alma el Sol;
hoy la he visto..., la he visto y me ha mirado...
¡Hoy creo en Dios! "





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